Publicado el 6 de febrero de 2024
La acción colectiva masculina es esencial para lograr el objetivo de poner fin a esta práctica antes del 2030.
La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que afecta a millones de mujeres y niñas en cerca de 30 países del mundo (entre ellos Colombia) y que deja graves secuelas físicas, psicológicas y sociales a las víctimas. Esta práctica machista y arraigada a la desigualdad de género viola los derechos humanos y limita las oportunidades de salud, educativas y económicas de las víctimas.
En 2023, el Fondo de Población de las Naciones Unidas y Unicef alertaron sobre la necesidad de implementar medidas urgentes que incluyan a hombres y niños, con el fin de acelerar el fin de esta práctica. En los últimos cinco años, ambas organizaciones han respaldado más de 3.000 iniciativas en las que hombres y niños han abogado de manera activa contra la MGF. Sin embargo, también resaltan la importancia de unir a toda la población mundial, enfatizando en hombres y niños, para lograr cumplir el objetivo de poner fin a la MGF antes de 2030.
Un reporte de Unicef (2023) indica que en países de África en los que se practica MGF y se ha recabado información sobre este tema, los niños y hombres se oponen tanto como las niñas y mujeres a la MGF. De hecho, 200 millones de los 300 millones de hombres y niños de países africanos y de Medio Oriente en los que se practica MGF consideran que esta debe parar.
Según el mismo informe, la mayoría de las parejas con hijas en países donde se practica la MGF coinciden en que la práctica debe terminar, pero 3 de cada 10 parejas no están de acuerdo sobre este tema. En los casos en los que las parejas discrepan, la proporción de hombres y mujeres que defienden la MGF es similar, lo cual llama particularmente la atención.
En su informe, Unicef destaca que las mujeres tienen más poder de decisión que los hombres en cuanto a la MGF. Por ejemplo, si una pareja no concuerda en su postura sobre la MGF, y el padre se opone a esta y la madre la defiende, es más probable que se haga lo que dice la madre. “Esto significa que hay niñas que son mutiladas, a pesar de tener padres (hombres) que se oponen a la MGF. Esto puede deberse a que los padres no dieron a conocer sus opiniones o no encontraron su lugar en torno a una ‘cuestión de mujeres’”, explica Unicef.
Estos padres que se oponen a la MGF son potenciales agentes de cambio para actuar y abogar en contra de la MGF, sin embargo, se requieren acciones concretas para obtener resultados a gran escala:
Ver el dolor y las complicaciones de salud que sufren las mujeres cercanas que han sido mutiladas ha hecho que algunos hombres se opongan a sus religiones, comunidades, familiares y amigos.
Un buen ejemplo de esto es el caso del doctor Michel Akotionga, quien recuerda los gritos de dolor de las niñas que eran mutiladas en su pueblo natal en Burkina Faso. Estudió medicina y ginecología en Francia y regresó a su país para ponerse al servicio de las mujeres víctimas de ablación, y desde 1992 ha operado a cerca de 4.000 mujeres que presentan complicaciones médicas a causa de la MGF.
Akotionga además, ha formado a más de 600 médicos, matronas y enfermeras para que puedan ayudar a otras mujeres en su país y en otros territorios de África occidental. Para Akotionga, los elementos indispensables para erradicar la MGF son claros: “Lograr que las niñas vayan a la escuela, involucrar a los hombres, convencer a ciertos líderes religiosos y sensibilizar a la población. Desaparecerá, es cuestión de tiempo”.
En otros países, algunos jóvenes han ideado estrategias para acabar con la MGF en sus comunidades. En Mauritania, por ejemplo, Babani Sidi Mohamad y Ousmane Mamadow Diau lanzaron su propia organización para dialogar con otras personas, incluidos hombres, y que puedan sensibilizarse sobre este crimen. En Guinea, donde la MGF es ilegal desde 2018, se creó un grupo policial de hombres y mujeres dedicado a combatir la MGF que se realiza de forma clandestina: “Los padres se esconden. Antes era una práctica pública, realizada por familiares cercanos o abuelas, pero ahora que se práctica en un círculo restringido, la denuncia se complica”, señala Sylla Amara, miembro de este equipo. Lee más sobre estas historias aquí.
La lucha contra la MGF no es solo responsabilidad de las mujeres y niñas; los hombres y niños también desempeñan un papel esencial para erradicarla. Acabar con esta práctica que viola los derechos humanos es un deber colectivo que requiere el compromiso de todas las personas, y, al involucrar a hombres y niños, marcamos un camino para alcanzar la igualdad de género.
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